Vamos llegando a la milenaria ciudad de Tarifa por la antigua nacional 340, nos lleva un paso ágil y fresco, pues la ilusión de las magnificas vistas que esperamos y la reconfortante tosquedad del camino que hemos de recorrer, nos anima y empuja.
En cuanto encontramos la antigua muralla giramos a la izquierda. Bajando la empinada pendiente de La Calzadilla de Téllez, vamos rodeándola dejando estas majestuosas y ancianas piedras labradas, a nuestra derecha. Son un testigo inalterable y fiel de nuestro caminar, nos acompaña y vigila por un trecho y nos saludara a la vuelta para dar fe eterna de nuestro éxito.
Al final de la calle Independencia nuestro testigo empieza a desdentarse, y conforme nos desplazamos hacia la izquierda tratando de encontrar la mas antigua y olvidada ruta que une las ciudades de Tarifa y Algeciras, las secciones mas externas de la muralla se van desdibujando mostrando la verdadera y demoledora esencia del tiempo. Llega un punto en que sin habernos dado cuenta hemos dejado atrás los últimos restos del pedregoso esqueleto, que antaño un día fue la primera y firme defensa de la península ante las huestes provenientes del norte de Africa, y que el legendario Guzman el Bueno, con tanto ahínco defendió.
La pequeña sección de esta ruta que vamos a recorrer nos llevara hasta la parte superior de Barranco Hondo, por encima del antiguo camino Tarifa-Algeciras. Esta zona siempre ha sido, desde tiempos inmemoriales, fuertemente militarizada por temor a lo que se ve enfrente. La no grande ni demasiado escasa distancia entre los dos frentes, fue siempre un factor determinante en esto; Suficientemente cerca como para verlo hay, al alcance de la mano, demasiado claro y detallado para ignorarlo; Suficientemente lejos como para dar lugar a todas las fantasías y leyendas que las mas calenturientas mentes imaginaran. De la ignorancia nace el miedo… Si el objeto del miedo esta suficientemente cerca, nace la violencia. Hoy toda la zona esta salpicada de los restos moribundos de este miedo mas reciente. Búnquers abandonados, cañones oxidados, acuartelamientos militares en ruinas, símbolos del miedo y odio hoy despojados de su lustre, no por la desaparición de estos, sino tan solo por la invención de nuevos y mas sofisticados artilugios con los que alimentarlos, donde ya no es necesario ni tan si quiera ver el frente.
la ruta transcurre muy cerca de los acantilados de la costa. Monte bajo, moldeado por el viento en las zonas donde este mas combate, barrancos, acantilados de vértigo, un sin fin de canales de desagüe que desmenuzan la roca y poco a poco la van arrojando al mar, florecillas silvestres, edificaciones abandonadas, el rumiar impasible del ganado y el azul del mar y el infinito son la dominante de este paraje.
El retorno lo realizamos por el paseo construido al margen del Arroyo Matatoros que enlaza con la Calzadilla de Téllez, y ya estamos de nuevo en la legendaria muralla del castillo de Guzman el Bueno. Ahora toca una refrescante cerbecita con los amigos del camino cerca del puerto. Al terminar ya a anochecido y no puedo evitar tomar una ultima instantánea desde el interior del auto en que nos marchamos, al paseo marítimo iluminado.
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